BÉLGICA: CUESTIÓN DE ESTADO
El 30 de marzo del año 2011 quedará registrado en los libros de Historia de Bélgica, si es que el país no termina por descomponerse antes. En tal fecha la nación centroeuropea batió un récord de dudoso orgullo: ser el Estado que más tiempo ha permanecido sin un Gobierno con plenos poderes. A día de hoy la controversia no parece avistar una solución a corto plazo. Primero hay que llegar a un acuerdo para designar al que será Primer Ministro. Después el Parlamento tendrá que dar su visto bueno, es decir, proceder a su investidura. Tal y como está el panorama, los ciudadanos belgas se darían con un canto en los dientes si las reuniones entre los distintos partidos llegasen a buen puerto.
Sigamos con más fechas. El 26 de abril de 2010 el, por entonces, Primer Ministro Yves Leterme, del partido Democristiano Flamenco, presentó su dimisión ante el rey Alberto II, quien no tuvo más opción que aceptarla. Ello obligó a que el 13 de junio de 2010 se celebraran unas elecciones anticipadas de las que salieron dos vencedores y un problema. En Flandes ganó la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), un partido conservador nacionalista de esta región norteña, liderado por Bart de Wever. Por su parte, en Valonia triunfó el Partido Socialista, de corte francófono, liderado por Elio di Rupo. Las posturas y demandas políticas antagónicas de uno y otro, de unos y otros, bloquean el ansiado consenso.
La dimisión de Leterme vino provocada por la ruptura de la coalición de cinco partidos que él mismo dirigía, debido a la salida del Partido Liberal Flamenco (OpenVLD) por discrepancias insalvables sobre el régimen lingüístico de las poblaciones del distrito electoral y judicial que rodea a la capital belga, llamado Bruselas-Halle-Vilvoorde (BHV). Pero esto es solo la punta del iceberg. ¿De dónde nacen esas protestas? ¿Quiénes son los sujetos que demandan? ¿Qué reclaman los partidos?
Bélgica: un país formado por comunidades muy distintas
Para comprender mejor lo que está ocurriendo debemos hacer una breve, por espacio que no por importancia, retrospectiva y situarnos en el momento en que nace lo que hoy conocemos como Bélgica.
La Revolución de 1830 llevó al establecimiento de su independencia como país. En sus inicios el nuevo Estado se definió como unitario y francófono. Sin embargo, la mayoría de la población hablaba flamenco y el país constaba de dos realidades culturales y económicas muy distintas. Por aquel entonces, la política lingüística no se hacía en términos de mayoría, sino en términos de nobleza y burguesía, en este caso, francesa por influencia napoleónica.
Las protestas flamencas aumentaron con el tiempo hasta alcanzar ciertos reconocimientos. En 1963 se adoptaron leyes que dividieron al país por zonas lingüísticas: neerlandófona, francófona y germanófona. A pesar de lo que parecía un avance existieron recelos e inconvenientes ya que había muchos pueblos en la nacida frontera que o bien tenían el idioma contrario, o bien eran bilingües. Para estos casos se decidió mantener en vigencia la ley anterior.
El grado de satisfacción se sació muy pronto y las demandas volvieron a surgir. Llegados a este punto hay que tener en cuenta 3 aspectos fundamentales para la comprensión de la problemática belga:
a) La división lingüística se experimentó, gradualmente, como una contradicción de la estructura unitaria del país.
b) La situación económica vivió un vuelco considerable. Lo que hoy conocemos como Valonia había sido la zona próspera del país hasta los años 50-60, en los que la profunda renovación de infraestructuras que tiene que acometer cambiará el signo de su actividad. Una recesión de la que en estos momentos aún no se ha recuperado. Por el contrario, es en ese mismo período cuando, el llamado hoy, Flandes vivió su auge con una importante base industrial química y siderúrgica.
c) Existían, y existen, diferencias ideológicas entre unos y otros. Mientras la zona francófona era claramente socialista, el enclave flamenco era el pilar fundamental del poder del partido popular católico democrático.
Con todo ello se hacía imprescindible una federalización de Bélgica. Un proceso que comenzó en 1970 y que concluyó en 1993. De esta manera se podrá acuñar la frase: De la Belgique unitaire à la Belgique fédérale (De la Bélgica unitaria a la Bélgica federal).
El resultado de esas negociaciones fue el mantenimiento de las tres Comunidades lingüísticas mencionadas (neerlandófona, francófona y germanófona) y la creación de tres Regiones (Flandes, Valonia y la Región capital de Bruselas). Asimismo, la Comunidad Flamenca absorbió la Región Flamenca en 1980 para formar el gobierno de Flandes. Además, las peculiaridades no dejan de aparecer. Así, la Región capital de Bruselas pertenece a las Comunidades neerlandófona y francófona, mientras que la Región de Valonia alberga no solo a la Comunidad francesa, sino también a la alemana.
Menudo caos, ¿no? Pues en estas circunstancias se mueve el actual panorama belga. El mismo que ha llevado a esta nación a estar más de 300 días sin un Ejecutivo plenamente establecido.
Flandes: partidos y perspectiva
Antes de entrar en detalle en los partidos representativos de Flandes, así como en su perspectiva y solicitudes políticas, resulta conveniente añadir que tanto en una como en otra Comunidad predominante (flamenca y francesa), al mismo tiempo que en las tres Regiones, los partidos más importantes pertenecen a tres familias principales: liberales, democristianos y socialdemócratas. Sin embargo, en los últimos tiempos el reparto de simpatías y peso específico conoce nuevos actores como son los Partidos Verdes y los partidos nacionalistas de ultraderecha, estos últimos especialmente en el propio Flandes. Por otro lado, los gobiernos en coalición son necesarios para realizar tal labor en Bélgica al no presentarse los mismos partidos en uno u otro lugar.
En orden, de más a menos votos, las formaciones políticas de esta Región norteña son: la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), Partido de los Cristiano-Demócratas de Flandes (CD&V), Partido Socialista Flamenco (sp.a), Partido Liberal-Demócrata Flamenco (Open VLD), Vlaams Belang ó Interés Flamenco (VB), Partido Verde (Groen), Partido Liberal-Demócrata Lijst Dedecker (LDD).
Como se puede apreciar la derecha nacionalista tiene la batuta de las decisiones flamencas. Se muestran reticentes a avanzar en el diseño del nuevo pacto para conformar el Ejecutivo antes de acordar la modificación de la ley de financiación de las Regiones y Comunidades del país y resolver cuestiones como su autonomía fiscal, la transferencia de competencias federales a las primeras o la, ya citada, situación del distrito electoral y judicial de Bruselas-Halle-Vilvoorde. Un asunto, el de las competencias, que quedó recogido, tras la federalización, bajo el paraguas del Estado y que ahora vuelve a apretar las tuercas de la concordia belga.
Valonia: partidos y perspectiva
Los resultados en Valonia fueron distintos y, por lo tanto, las peticiones varían indiscutiblemente. En este caso, el predominio cayó en manos de la socialdemocracia y buena parte de la izquierda. Defienden la necesidad de contar primero con un Gobierno con plenos poderes y no un Ejecutivo en funciones y con competencias limitadas, como el actual, para desbloquear asuntos tan acuciantes como la reforma del sistema de pensiones, la sanidad o la inmigración. Se abren dos apuntes que es necesario explicar. El deseo de un Gobierno pleno viene marcado a que la parte flamenca también ceda en sus pretensiones y no se convierta en un mal de muchos para consuelo de pocos, es decir, mal y cese de muchos partidos políticos para consuelo/beneficio de los autonomistas/independentistas flamencos. Los temas de debate que destacan los dirigentes valones son cuestiones abordadas desde hace años en Bruselas y que prevén un reajuste o estudio del actual sistema benefactor del país.
Asimismo, los sureños abogan por una mayor autonomía económica para fomentar su maltrecha situación en ese aspecto y tener garantías de que, en la relativamente nueva Bélgica federal, su situación demográfica, menor que en Flandes, y económica no les marginarán.
Del mismo modo que con sus vecinos del norte, los partidos políticos que acudieron a los últimos comicios, en orden de más a menos votos, son: Partido Socialista de Valonia (PSV), el centro-liberal Movimiento Reformador (MR), Partido Centro Demócrata Humanista (CDH), Partido Verde (Ecolo), Partido Popular de Bélgica (PP) y el Frente Nacional Belga (FN).
Mediadores y el papel de Alberto II
En toda esta controversia dos instituciones están llevándose los principales quebraderos de cabeza. Se trata del rey, y por tanto Jefe de Estado, Alberto II y los mediadores reales nombrados por éste. No son pocos los que han desempeñado esa labor. Bart de Weber, Elio di Rupo, Didier Reynders, Johan Vande Lanotte… son solo algunos de los nombres de la más de media docena de negociadores que han vivido tal experiencia hasta llegar al actual, Wouter Beke (CD&V). Cada uno ha estado más o menos cerca de alcanzar un acuerdo, cada uno ha intentado diversas estrategias, pero todos coinciden en algo: una respuesta negativa y su posterior dimisión en el cargo por observar la situación infinita.
Alberto II, por su parte, ha tenido más trabajo que nunca. Tal es así, que a finales del pasado febrero se barajaba la posibilidad de que abdicara a favor de su hijo por la insostenible presión a la que estaba sometido. No fue así y hoy es el día en que persiste en la búsqueda de un acuerdo que no parece avistarse en el horizonte.
Bélgica: gobierno de la UE y desgobierno local
Por muy paradójico que suene, Bélgica tuvo que asumir la presidencia semestral de la UE a finales del año 2010. En el interior de la Comunidad Europea no fueron pocos quienes se mostraron escépticos ante el posible devenir habida cuenta de la situación interna de la nación centroeuropea.
Por muy paradójico que suene, Bélgica pasó con nota tal compromiso. No tenía una papeleta fácil por delante. La crisis económica, el tambaleo del euro, el rescate de Irlanda y los ecos del que en abril había vivido Grecia, los preparativos de la incursión de Estonia a la moneda única (no eran temas de su absoluta competencia, pero sí ligados), los dimes y diretes con la incorporación de nuevos países a la UE, con especial atención a Turquía… La mejor noticia fue, precisamente, que no hubo noticias sobre su mandato. Todo ello en el contexto anunciado a lo largo de este trabajo.
El ataque de los especuladores
Pero si apreciable resultó su gobierno de la UE, aún le faltaba superar otra prueba de fuego para dejar a todo el mundo atónito. El ataque de los especuladores. Esos seres que, en época de vacas flacas, dan lo mejor de sí para que a todos nos resulten conocidos los términos ‘rescate’, ‘FMI’, ‘BCE’, ‘deuda pública’, etc.
La situación belga es una de las mejores para quienes se dedican a ello. Inestabilidad política, un Gobierno en funciones con competencias limitadas (entre ellas se presupone que la económica), sin visos de prosperidad… Sin embargo hay un elemento que ha evitado que la nación tricolor pasase a engrosar las filas del llamado ‘grupo de los PIGS’ (Portugal, Ireland, Greece and Spain – Portugal, Irlanda, Grecia y España): la descentralización del poder. Sí, curiosamente, esos tira y afloja que tan de cabeza han traído al país a lo largo del siglo XX y lo poco que llevamos del XXI han favorecido en esta ocasión. Y es que Flandes, Valonia y Bruselas actúan, prácticamente, como Regiones independientes en asuntos económicos y algunos fiscales, lo que conlleva un nivel de autonomía del que no se ha resentido el Estado, al menos en este aspecto.
No es menos cierto que entidades como el Fondo Monetario Internacional (FMI) se muestren preocupados por esta controversia ya que, aparentemente, obstaculiza la preparación de políticas económicas y financieras y agrava las vulnerabilidades que siguen a la crisis. Sin embargo, en un informe sobre Bélgica la propia institución previó un crecimiento del 1,7% del Producto Interior Bruto (PIB) para el presente año y del 2% para el 2012. Además, su déficit ha pasado del 6% en 2009 al 4,6% en 2010, dos décimas inferior a la meta estudiada en un principio.
Posible final
¿Cuál será la solución que se acabe adoptando? ¿Podrá vivir Bélgica eternamente así? ¿Qué opinan sus ciudadanos? Muchas preguntas, muchas respuestas y pocas decisiones.
El acercamiento entre las posturas tan pronto se produce como se aleja aún más. Lo cierto es que la gente tiene otras preocupaciones como el futuro de la energía nuclear en el interior de sus fronteras, más si cabe tras lo ocurrido en Japón; la guerra en Libia y sus repercusiones en el precio del barril de petróleo; o la situación laboral individual. No por ello, se muestran ajenos al contexto actual. Numerosas han sido las formas de reivindicación hechas públicas. Todos nos acordamos de las famosas propuestas de la huelga de sexo, la de dejarse barba hasta que esto terminara o la revolución de las patatas fritas (plato típico belga). La población se resigna, pero al mismo tiempo está harta y siente vergüenza ajena ante tal panorama.
Se ha hablado de una posible separación del país. Hay quienes lo ven con buenos ojos, hay quienes no. Hay quienes lo ven cercano, hay quienes imposible. Hay quienes la temen, hay a quienes no les preocupa. Sylvie Lagneaux, cónsul belga en Bilbao, opina que “la separación es poco probable porque acarrearía más problemas de los que solucionaría”, pero desde la postura contraria círculos cercanos a Bart de Wever piensan que “es lo más adecuado. Tenemos que ser conscientes de que los ciclos llegan a su fin y éste ha llegado al suyo”.
Separación o no, los políticos también se empiezan a cansar de la situación. Precisamente Yves Leterme ha acusado a Bart de Wever de entorpecer la creación de un nuevo Ejecutivo. “Formar un nuevo Gobierno no es el objetivo principal de la N-VA”, le ha recriminado, además de manifestar que los nacionalistas flamencos están más inmiscuidos en una profunda reforma del Estado antes que buscar una salida consensuada. Más rotundo ha sido Herman Van Rompuy, ex primer ministro de Bélgica y actual presidente del Consejo Europeo, quien tildó este entramado de “patético”.
Por su parte, la viceprimera ministra en funciones y presidenta del CDH, Joëlle Milquet, ha declarado últimamente que “ha llegado el momento de que los principales partidos políticos de Bélgica vuelvan a sentarse a la mesa de negociación”. Unas palabras que van en la misma dirección que las del líder liberal flamenco, Alexander De Croo, quien consideró necesario “pasar a un nivel superior de negociación e identificar al futuro primer ministro”. Al menos en algo parecen concordar ambas partes.